A menudo se piensa que en su tarea de transferir ideas de un idioma a otro el traductor nada aporta de si, ya que se limita a verter ideas ajenas. Hasta se ha dicho que la traducción es una labor mecánica. Esta aserción dista mucho de la realidad, como lo demuestra el hecho de que la traducción de un texto hecho por una persona puede ser mejor que la de otra, no solo por su fidelidad al original, sino también por su forma. Aun suponiendo que el traductor haya sido fiel al texto original, su redacción quizá revele mejor dominio del idioma al que ha traducido, un vocabulario más maduro y refinado y más soltura en la expresión que la de otro. El traductor puede, junto con respetar fielmente las ideas del texto, darle a este en la lengua a la que traduce la redacción que sea más apropiada. En esta tarea realiza una labor creadora ya que hace intervenir sus conocimientos lingüísticos, su educación y su cultura.
Cada traducción llevará el sello del traductor. Algunas traducciones serán más pulidas o refinadas que otras; el vocabulario usado será de más alto nivel y se emplearán con acierto los giros del idioma. Se prestará la debida atención a la construcción de frases.
Fuente: La traducción del inglés al castellano: guía para el traductor (Marina Orellana)