«Los orígenes de la traducción seguramente son tan antiguos como los de la humanidad, y no cabe duda de que son anteriores a los primeros documentos que poseemos.
Dice Octavio Paz que “aprender a hablar es aprender a traducir”. Una vez adquirida esa traducción de sensaciones y sentimientos que es la lengua materna, pasamos a otro tipo de traducción, que es la que necesitamos cada vez que nos encontramos en contacto con personas que hablan un idioma distinto al nuestro. Desde que el mundo es mundo, desde que los seres humanos aparecen sobre la tierra, la comunicación entre los distintos grupos se realiza por medio de la traducción.
Como todos sabemos, la literatura es un fenómeno anterior a la aparición de la escritura. Siglos antes de la invención del primer alfabeto, los seres humanos, reunidos al terminar las labores del día, seguramente contaban historias para distraerse, y componían esos mitos sobre sus orígenes que, en opinión de los antropólogos, les servían para enfrentar el miedo a lo desconocido, además de satisfacer un poco su curiosidad. Esta primera literatura oral viaja con sus creadores, y se va modificando al filo de las repeticiones; junto con la literatura, viaja la traducción. Dicho de otra manera, no es arriesgado postular que la traducción, como la literatura, también es anterior a la escritura.
Literatura y traducción siguen caminando de la mano por la historia, tal como lo han hecho desde nuestros orígenes. En cada viaje de los hombres hacia pueblos remotos, en cada contacto con gentes desconocidas y que hablan de manera diferente, surgen necesariamente los gérmenes de la traducción.»
Fuente: Flora Botton Burlá en Compendio de literatura comparada (Google Books)