Desde una perspectiva económica, la lengua es un componente básico del capital humano y social de una comunidad. La especialidad de la economía de la lengua caracteriza a las lenguas como bienes de club, con las siguientes características: no tienen coste de producción, no se agotan con su uso, tienen un coste único de acceso, su valor se incrementa con el número de usuarios y no son bienes apropiables.
Además, los economistas han distinguido varias funciones económicas de la lengua. Así, la lengua misma constituye un mercado, referido a la enseñanza del idioma y las actividades mercantiles asociadas a ella. La importancia de este mercado dependerá de factores como la utilidad comunicativa de la lengua en cuestión (número de hablantes), la influencia económica y política de la comunidad lingüística, o su capacidad creativa y ascendencia intelectual. Es, igualmente, la materia prima esencial de un conjunto de industrias, como las culturales –y, de modo muy específico, la editorial–, cuya existencia misma gira en torno de la lengua.
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Fuente: “Atlas de la lengua española en el mundo”, de Francisco Moreno Fernández, disponible online en: Fundación Telefónica España/Publicaciones