¿Cómo se dice: presentar una licitación o licitar?

El verbo licitar es válido tanto con el significado de ‘participar en una subasta o concurso público’ como con el de convocarlos.

En los medios es habitual encontrar frases como «Jujuy licita 8 parques solares en pequeñas localidades del interior provincial», «El Gobierno de Río Negro licitará diez áreas petroleras» o «Licitan una obra para un edificio público en Gualeguaychú».

El «sistema por el que se adjudica la realización de una obra o un servicio, generalmente de carácter público, a la persona o empresa que ofrece las mejores condiciones» se llama en español licitación; de quien se presenta a este tipo de concursos se dice que licita, y de la autoridad que hace la convocatoria, que saca a concurso (público), que saca a licitación o, también, que licita la obra o el servicio de que se trate.

Este último empleo de licitar se halla tan asentado que ya se incluye en la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española, por lo que su uso en los ejemplos anteriores es completamente apropiado.

Esto no quita que pueda seguir optándose por las otras alternativas como recurso estilístico, de modo que también se pueden utilizar otras expresiones como convocar una licitación, llamar a licitación y sacar a concurso público.

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Fuente: https://www.fundeu.es/

Roberto Arlt y Ricardo Güiraldes, traducidos al bengalí

Fuente texto e imagen: Cancillería Argentina

Arlt y Guiraldes
Información para la Prensa N°: 044/20

En el marco del Programa Sur de apoyo a las traducciones, creado en 2009 y coordinado desde entonces por la Cancillería argentina, se presentaron en el 2º Festival Hispano de Kolkata (Calcuta), República de la India,  las traducciones al bengalí de «El Juguete Rabioso», de Roberto Arlt, y de «Don Segundo Sombra», de Ricardo Güiraldes.

Con el objetivo de promover la literatura, el pensamiento y la cultura argentina en todo el mundo, el Programa Sur es una política permanente de la Cancillería, y es coordinado por la Dirección de Asuntos Culturales del ministerio. Se trata del programa más importante en su categoría entre los países de habla castellana, y desde su creación hasta la fecha ha subsidiado la publicación de 1466 obras de más de 400 autoras y autores argentinos, traducidas a 47 lenguas, distribuidas en 52 países, y en colaboración con 850 editores extranjeros.

Las obras argentina traducidas desde hace más de 10 años  son de ficción y no ficción, de cualquier género literario, de todo el país y de autoras y autores clásicos y contemporáneos, en actividad o no. Posibilitó la traducción de autoras y autores argentinos a idiomas tan diversos como el inglés, alemán, francés, hebreo, búlgaro, italiano, polaco, malayo, tailandés, rumano, griego, ucraniano, japonés, checo, neerlandés, portugués, turco, danés, ruso, sueco, georgiano, eslovaco, árabe, esloveno, húngaro, macedonio, noruego, vietnamita y mandarín.

Entre los autores más demandados por los editores extranjeros se encuentran Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ricardo Piglia y César Aira. Entre las mujeres más traducidas se destacan Claudia Piñeiro, Ana María Shua, Samanta Schweblin  y Luisa Valenzuela. Hay una creciente demanda de autoras contemporáneas como Gabriela Cabezón Cámara (al inglés e italiano), Ariana Harwicz (al inglés y francés) y Selva Almada (al inglés y al holandés). Mariana Enríquez ha sido traducida a 9 idiomas desde el año 2009.

Para esta ocasión, la Embajada argentina en la India desarrolló un pormenorizado trabajo y finalmente concretó una reunión con cuatro editoriales bengalíes para escuchar sus intereses y así facilitar el nexo literario y editorial. En cuanto a la traducción de la obra de Roberto Arlt, el traductor Asesh Ray, quien ya tradujo el Martín Fierro al bengalí, señaló: “el mundo de Arlt está muy relacionado con la experiencia cotidiana de los hindúes. Pese a que no resulte tan evidente, el sentimiento del protagonista, sus actitudes y gestos no son desconocidos para nuestra sociedad, atravesada también por el dolor del individuo solitario”.

Respecto a Don Segundo Sombra, Ray aclaró que “lo más desafiante es encontrar el tono gauchesco” y que su anterior experiencia con el Martín Fierro fue vital para superar la “barrera cultural” entre el mundo del gaucho y la sociedad hindú.

A su vez, el editor Arun Kumar Dey, director de Radical Impression (que publicó las obras), destacó que los lectores bengalíes, sobre todo los más jóvenes, seguramente se sentirán atraídos por la exuberancia de los personajes de Roberto Arlt, mientras que aquellos lectores del Martín Fierro verán una continuación del mundo del gaucho y la pampa en la traducción de Guiraldes.

“Cuyo”, el pronombre que lleva siglos resistiéndose a morir

Fuente: Verne – El País

Si el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, como afirma el sevillano Luis Cernuda en su poema, el futuro de la lengua es una pregunta cuya respuesta nadie sabe. Podemos hacer predicciones a partir de la frecuencia de uso que dan los hablantes a determinados rasgos, palabras o estructuras, pero en la historia de los idiomas comprobamos que grandes procesos de cambio lingüístico que parecían muy decantados se paralizaron sorprendentemente, y que otros, al contrario, se precipitaron y resolvieron en poco tiempo.

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Si nos asomamos al mundo de las palabras, vemos que hay muchas que se han usado con vitalidad desde los orígenes del castellano: aunque el pan y el vino de la Edad Media no eran como los de hoy, con las palabras «pan» y «vino» el español fue haciendo un camino en el que cada hablante heredó estas voces de sus antecesores, las usó con frecuencia y las legó sin cambio, como en una carrera de relevos, a la generación siguiente.

Otras palabras, sin embargo, se nos perdieron en ese tránsito; algunas desaparecieron porque llegaron otras para reemplazarlas: por ejemplo, «pescudar» y «maguer» se apartaron a un lado y el relevo pasó a preguntar o aunque; otras palabras se quedaron en el camino porque nuestros antepasados dejaron de necesitarlas, como ocurre cuando un objeto deja de servir.

Pero el futuro de una palabra es una historia cuyo final tampoco existe, ya que, junto a los vocablos mantenidos vigorosamente en cabeza, están en la cola del pelotón varias palabras rezagadas que por su escasa frecuencia parece que no van a llegar a la meta, que no van a ser heredadas por la generación siguiente. Se emplean poco, parecen limitadas a un ámbito muy concreto como el de la lengua formal, nos suenan a otro tiempo… ¿Quién apostaría por su continuidad en el recorrido? Tal vez alguien que conociese la historia de «cuyo», el pronombre cuyo mañana es incierto.

La forma «cuyo» proviene del latín cuius-cuia-cuium, que pudo sentirse ya como un elemento arcaico en nuestra propia lengua madre; de ella la heredaron el portugués, el castellano y el sardo. En español se usa como relativo posesivo; es decir, indica pertenencia (posesión) y tiende un lazo (es un relativo, se relaciona) con un elemento previo (el antecedente) que señala al poseedor. Por ejemplo, en una frase como «Al programa vino un artista cuyo libro es un éxito», vemos que cuyo enlaza al poseedor, el artista, con lo que le pertenece, el libro.

«Cuyo» es una de esas palabras que no recibe los ánimos ni el impulso para sobrevivir en la carrera, pero que, pese a ello, resiste, llega y se traspasa a los nuevos hablantes. Empleada desde los orígenes del castellano, ha tenido constantemente un uso minoritario pero ininterrumpido en nuestra lengua; posiblemente hasta el siglo XVII fue algo más frecuente que en la actualidad (recordemos el «de cuyo nombre no quiero acordarme» cervantino), pero hoy se continúa diciendo «cuyo», sobre todo en la lengua más formal (por ejemplo, en giros como «en cuyo caso» o «por cuya razón») y se sigue incluyendo en los libros de español para extranjeros. «Cuyo» nunca ha sido usado en la conversación informal, pero la lengua escrita ha ido secularmente recogiendo el testigo de esta forma minoritaria. Solo hemos perdido un valor de cuyo: el interrogativo que significaba «de quién»; por ejemplo, “¿cúyo es?” como “¿de quién es?”, un sentido que en el siglo XX aún se rastreaba dialectalmente en Canarias y en países de América como Bolivia, Colombia o Ecuador.

«Cuyo» nació agonizando, «como un naipe cuya baraja se ha perdido» (como diría Cernuda), porque desde los propios orígenes del castellano tuvo un competidor muy preparado, que lo rebasaba constantemente: la combinación de que con su, en la que el primero es el relativo y el segundo el posesivo. La unión de «que» al posesivo «su» ha sido siempre más usada que el propio cuyo: muchas obras medievales no emplean jamás cuyo y sí que con su. Por ejemplo, en el propio Poema de mio Cid se dice “Maravilla es del Cid, que su honra crece tanto” y no “cuya honra”. Y los ejemplos con «que su» se multiplican hasta hoy. Si en el español elaborado sobrevive cuyo, en la lengua hablada el campeón es siempre «que su», por mucho que esta forma se considere poco aconsejable estilísticamente. De hecho, en los cursos de corrección estilística se llama “quesuismo” (fea palabra, sin duda) a esa unión de «que + su» y recomiendan que no digamos “Cernuda es un escritor que su abuelo era de origen francés” sino “un escritor cuyo abuelo era francés”.

Cuando pensamos en una lengua, tendemos a creer dos cosas erróneas: que lo hablado es inferior a lo escrito o, al contrario, que la lengua escrita es un remedo irreal de la lengua hablada. Y ambas ideas son falsas. En ese edificio de variedades que es una lengua, hay elementos que son muy comunes y casi exclusivos de la variedad más elaborada y formal, y otros que, en cambio, están limitados al español de la conversación. Pero ambos grupos conforman nuestra lengua, ambos grupos son (mitad y mitad, iguales en figura) la realidad del español. Por eso, donde habita el olvido de las palabras, de momento, no está cuyo, aunque lleve siglos como farolillo rojo de la competición lingüística para demostrarnos que las predicciones sobre la lengua son voces cuyos augurios no deberíamos oír sin escalofrío.

‘Cuyo’ y los cuyanos

Cuyo es también un relevante topónimo de la geografía hispanohablante. En la zona centro de Argentina, se sitúa la región de Cuyo; sus habitantes son llamados “cuyanos”. El nombre de lugar Cuyo nada tiene que ver con el pronombre relativo del español, pues se trata de un topónimo prehispánico derivado de la lengua huarpe. En la región de Cuyo (provincia de Mendoza) se sitúa la cumbre del Aconcagua, la cima más alta de América. Hay también un asteroide llamado Cuyo (propiamente se llama 1917 Cuyo) que fue identificado en 1968 desde el observatorio astronómico argentino El Leoncito, ubicado en la propia región cuyana.

La palabra “literalmente” se está usando, literalmente, para todo

Origen: Verne / El Pais

Hay gente que solo acepta el significado literal de «literalmente» y que no soporta que uno diga cosas como: «Estoy literalmente muerto de cansancio» o «con este atasco vamos a llegar literalmente la semana que viene».

En estos ejemplos, «literalmente» no quiere decir, como apunta el diccionario, «conforme a la letra del texto, o al sentido exacto y propio, y no lato ni figurado, de las palabras empleadas en él”. De hecho, es casi lo contrario: se utiliza para añadir énfasis a una frase cuyo sentido es figurado.

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El debate sobre esta palabra, que no es nuevo, ha vuelto después de un compartidísimo tuit en contra de este uso (y de su abuso por parte de los medios), que ha provocado centenares de respuestas.

Sin embargo, la RAE lleva ya un tiempo contestando en Twitter a dudas al respecto y la institución considera que no está mal usar el término “con valor ponderativo, para enfatizar o realzar que un hecho o cualidad es como se expresa”. Lo dice en respuesta a dudas sobre expresiones como “me moría literalmente de la risa” o “el atleta literalmente volaba sobre la pista”.

Es decir, el uso de “literalmente” (y «literal») para enfatizar es literalmente correcto.

Pero, a su vez, que este uso sea correcto no significa que sea siempre recomendable. Judith González Ferrán, lingüista de Fundéu, explica que el sentido enfático de “literalmente” a menudo no es adecuado y puede llevar a confusión. Sobre todo cuando no se trata de “un uso creativo consciente, sino de una coletilla que se añade sin pensar y por pereza”. Si leemos, por ejemplo, que «un estadio explota literalmente» durante un concierto podemos dudar en un primer momento de si se trata de un accidente o de un exitazo.

La extensión reciente de esta expresión puede proceder “de la lengua oral, cuando nos paramos menos a pensar en lo que decimos”, apunta la lingüista. Decir “literalmente” para enfatizar cosas literales (“fui a esquiar por primera vez, me caí y me rompí literalmente las piernas”) puede haber contribuido a que lo usemos para dar énfasis en frases no literales (“fui a esquiar por primera vez, me caí y literalmente me maté”). En muchos casos, recuerda, puede haber alternativas mejores.

La influencia del inglés

La opinión de González Ferrán es similar a la que da el científico cognitivo y lingüista Steven Pinker en El sentido del estilo: aunque el uso figurado de “literalmente” sea una hipérbole común y se suela entender en su contexto, puede molestar a los lectores, al dar la impresión de que no nos hemos parado a pensar en lo que queríamos escribir.

Pinker escribía sobre esta palabra porque en inglés también se ha extendido este uso de literally, hasta el punto de que el diccionario Merriam-Webster cambió el significado de la palabra para añadir el sentido figurado en 2013. De hecho, González Ferrán, de Fundéu, no descarta que la cultura anglosajona, una vez más, haya influido en contribuir a la moda de «literalmente» en español.

Los editores del diccionario inglés explicaban que solo recogían un uso que tiene antecedentes por escrito desde 1769. Y citaban algunos ejemplos, como “ardía literalmente con ingenio”, escrito en 1847 por William Makepeace Thackeray (autor de La feria de las vanidades). Es decir, «el empleo figurado de literalmente puede ser molesto, pero no es nada nuevo”.

En español y recurriendo al corpus del Diccionario Histórico de la RAE también resulta fácil encontrar usos figurados de “literalmente” (aunque evidentemente creativos). Por ejemplo, Juan Goytisolo escribía en Señas de identidad (1966): “Se sentía mecido y arrullado, penetrado y poseído, literalmente envuelto en la voz persuasiva del Doctor”. Y Emilia Pardo Bazán, en Los pazos de Ulloa (1886): “Don Eugenio, el abad de Naya, se abría literalmente de risa”.

The true meaning of leaving no one behind [The Lancet]

Sometimes it is important to go back to basics. For human interaction, one of the basics is language, the system of communication that, when applied at its best, allows us to understand each other, share, cooperate, and pull each other towards a better place. When on a collective journey towards a common objective such as the Sustainable Development Goals, with a rallying cry of “leaving no one behind” and a central aim of “reaching the furthest behind first”, this system of communication is fundamental to move beyond just the rhetorical: to be truly reached, the furthest one behind will need to understand what she is being told, and most likely, that exchange will have to be done in her own language. That principle should apply to all aspects of development, including global health.
With roughly 7000 living languages in the world, miscommunication is inevitable, but there are times and places when particular care should be taken to ensure that the message is clear and fully understood. Take the highly volatile situation of Ebola in eastern Democratic Republic of the Congo (DRC) for instance. Since the outbreak was declared in August 2018, there have been over 1000 confirmed and probable cases in North Kivu and Ituri provinces. Because the trauma of conflict has compounded the impact of the outbreak on the population, community engagement and ownership of the response are particularly important in the DRC. Last month, Translators without Borders released the results of a rapid studyevaluating the effectiveness of risk communication materials on Ebola used in North Kivu. The results are striking: they show that materials used for the response—posters, brochures, and consent forms for the Ebola vaccine, some in French, some in standard or local Congolese Swahili—are not fully understood. Basic vocabulary in French related to Ebola was not recognised in focus groups and half of the participants misinterpreted a poster inviting the sick to present to the nearest health centre as the complete opposite, that they would not be welcome there. Consent forms used for the Ebola vaccine were also generally misunderstood, as they contained words in standard Swahili, French, and English that were not known to the participants, raising further ethical issues. This study presents the epitome of where and when the basics of language should be better applied to reach “the furthest behind” in global health.
Global health research in general should concern itself with language. As in most scientific fields, English is established as the dominant tongue. Some will rightfully argue that researchers need a lingua franca, a common language in which to communicate, but English is not strictly that: for some (indeed, a minority) it is their mother tongue, but for the rest it is a second language, one that can be mastered at varying levels of fluency, or not mastered at all. That clearly implies that when it comes to the handiwork of research—the searching for funds, the publishing, the reading, the presenting—not everyone is on the same plane, and some are left behind. A Comment published this week presents the reflections and ideas of a group of francophone researchers during a workshop at the Africa Health Agenda International Conference (AHAIC) in Kigali, Rwanda, last month on this very issue. Our readers will appreciate that we could not in good conscience publish this Comment in any language other than French, and will, we hope, take the extra step of accessing the English translation in the supplementary material if needed. The main message is that linguistic isolation and the barriers it creates are real and deeply ingrained, but also that there is a way forward. The solutions will require more consideration of the needs of different linguistic groups, the creation of support networks, and more linguistic collaboration in general. One initiative that fits neatly within these criteria is the Science and Language Mobility Scheme Africa, led by the African Academy of Sciences in partnership with the Wellcome Trust and Institut Pasteur. This brand-new programme funds research done by anglophone, francophone, and maybe soon lusophone researchers in language regions other than their own, in order to strengthen scientific collaboration while building language skills and improving cultural understanding between researchers from different linguistic backgrounds.
Such efforts are to be applauded. Leaving no one behind will require more than glancing back from a position of linguistic power and hoping everyone follows. It will require everyone, journals included, to reach out to the other and find concrete solutions to this most basic dilemma.
Source: Article Info The Lancet

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DOI: https://doi.org/10.1016/S2214-109X(19)30176-7

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Top 10 proofreading tips

Compartimos hoy el siguiente artículo sobre revisión de textos que hallamos en la web: Top 10 proofreading tips (en inglés) y que resulta muy útil para revisar la redacción. Estos son diez puntos básicos que toda revisión que se precie debe contemplar:

  1. Don’t rely solely on spellcheck
  2. Be clear
  3. Change your view
  4. Read your content backwards
  5. Read out loud
  6. Proofread when you’re most alert
  7. Break up the task
  8. Phone a friend
  9. Don’t chase perfection
  10. Call in the professionals

Leer más aquí:  https://espirian.co.uk/top-10-proofreading-tips/

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Lengua y economía

Desde una perspectiva económica, la lengua es un componente básico del capital humano y social de una co­munidad. La especialidad de la eco­nomía de la lengua caracteriza a las lenguas como bienes de club, con las siguientes características: no tienen coste de producción, no se agotan con su uso, tienen un coste único de acceso, su valor se incremen­ta con el número de usuarios y no son bienes apropiables.

Además, los economistas han distinguido varias funciones económicas de la lengua. Así, la lengua misma constituye un mercado, referido a la enseñanza del idioma y las actividades mercantiles asociadas a ella. La importancia de este mercado dependerá de factores como la utilidad comunicativa de la lengua en cuestión (número de ha­blantes), la influencia económica y política de la comunidad lingüística, o su capacidad creativa y ascenden­cia intelectual. Es, igualmente, la materia prima esencial de un conjun­to de industrias, como las culturales –y, de modo muy específico, la edi­torial–, cuya existencia misma gira en torno de la lengua.

Productos relacionados con el uso de la lengua

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Fuente: “Atlas de la lengua española en el mundo”, de Francisco Moreno Fernández, disponible online en: Fundación Telefónica España/Publicaciones

¿»constitución» con C o con c? Mayúsculas y minúsculas.

La traducción de idiomas, para ser una herramienta de comunicación eficaz entre culturas, debe ser efectuada por un traductor profesional con formación académica apropiada, experiencia y certificación profesional. Confiar la traducción de sus documentos a un traductor profesional especializado es una garantía de confianza, que le aportará claridad y certeza para desarrollar sus operaciones.

En expresiones como la Constitución argentina la Constitución española, lo adecuado es escribir la palabra constitución con inicial mayúscula y los especificadores (argentina, española…) con minúscula.

En los medios de comunicación es habitual encontrar diversas formas de escribir esas expresiones: «El diputado pidió reformar la Constitución Argentina», «Gran parte de las Constituciones chilenas tienen como principio básico la definición de un Estado unitario» o «El proyecto es dotar al país de una nueva Constitución».

La Ortografía de la lengua española señala que las constituciones suelen citarse de forma abreviada, utilizando el sustantivo genérico constitución escrito con mayúscula inicial: la Constitución.

Esa mayúscula, añade, no debe afectar a los especificadores que la acompañen: los padres de la Constituciónla Constitución argentinala Constitución española

Tampoco es apropiado extender la mayúscula a los usos plurales o genéricos, como señala también el Diccionario académicolas primeras constituciones bolivianaslas constituciones democráticasuna nueva constitución

Por esto, en los casos anteriores lo adecuado habría sido escribir «El diputado pidió reformar la constitución argentina», «Gran parte de las constituciones chilenas tienen como principio básico la definición de un Estado unitario» y «El proyecto es dotar al país de una nueva constitución».

En el caso de las alternativas carta magnaley fundamental y código fundamental, lo adecuado es, como señala la Academia, escribirlas siempre en minúsculas, pues se entiende que se trata de expresiones meramente referenciales y genéricas: «La ley fundamental boliviana», «La carta magna aprobada tras la muerte del dictador», «El código fundamental peruano»…

Pida un presupuesto inmediato y sin cargo para realizar la traducción de sus documentos. Escriba al correo electrónico: veronicamaganlaca@gmail.com

Fuente: Fundeu

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Mis redes para leer más sobre traducción y temas relacionados:

¿Presentar una licitación o licitar?

El verbo licitar es válido tanto con el significado de ‘participar en una subasta o concurso público’ como con el de convocarlos.

En los medios es habitual encontrar frases como «La Xunta propone licitar el puente de Paradai», «El Gobierno de Río Negro licitará diez áreas petroleras» o «El Ayuntamiento de Santa Eulària no sabe aún si licitará la nueva concesión del servicio de agua ni en qué condiciones se hará».

El ‘sistema por el que se adjudica la realización de una obra o un servicio, generalmente de carácter público, a la persona o empresa que ofrece las mejores condiciones’ se llama en español licitación; de quien se presenta a este tipo de concursos se dice que licita, y de la autoridad que hace la convocatoria, que saca a concurso (público), que saca a licitación o, también, que licita la obra o el servicio de que se trate.

Este último empleo de licitar se halla tan asentado que ya se incluye en la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española, por lo que su uso en los ejemplos anteriores es completamente apropiado.

Esto no quita para que pueda seguir optándose por las otras alternativas como recurso estilístico, de modo que en el primero de los ejemplos iniciales se podría mantener licitar y en los dos últimos optar por «El Gobierno de Río Negro sacará a concurso diez áreas petroleras» y «El Ayuntamiento de Santa Eulària no sabe aún si sacará a licitación la nueva concesión del servicio de agua ni en qué condiciones se hará».

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Fuente: Fundeu.es

Origen: https://www.fundeu.es/recomendacion/licitar-uso-apropiado-1314/

¿Se entiende bien el Quijote? | Verne EL PAÍS

En ocasión del aniversario del libro Don Quijote de la Mancha, en la revista Verne de España han publicado una nota interactiva con modernos recursos, acerca de la la incidencia y utilización del vocabulario en el libro.

Ya sabemos que Don Quijote hablaba y actuaba de una forma bastante delirante y divertida, pero no solo considerado desde el punto de vista acutal, si no también ante los ojos de sus compañeros personajes en el libro, e incluso también para los lectores de la época.

He aquí el link a la nota correspondiente, con interesantes citas y recursos para recrear el maravilloso libro:

Origen: Vídeo: Día del libro 2018: ¿Se entiende bien el Quijote? | Verne EL PAÍS

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