¿Cómo se dice: presentar una licitación o licitar?

El verbo licitar es válido tanto con el significado de ‘participar en una subasta o concurso público’ como con el de convocarlos.

En los medios es habitual encontrar frases como «Jujuy licita 8 parques solares en pequeñas localidades del interior provincial», «El Gobierno de Río Negro licitará diez áreas petroleras» o «Licitan una obra para un edificio público en Gualeguaychú».

El «sistema por el que se adjudica la realización de una obra o un servicio, generalmente de carácter público, a la persona o empresa que ofrece las mejores condiciones» se llama en español licitación; de quien se presenta a este tipo de concursos se dice que licita, y de la autoridad que hace la convocatoria, que saca a concurso (público), que saca a licitación o, también, que licita la obra o el servicio de que se trate.

Este último empleo de licitar se halla tan asentado que ya se incluye en la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española, por lo que su uso en los ejemplos anteriores es completamente apropiado.

Esto no quita que pueda seguir optándose por las otras alternativas como recurso estilístico, de modo que también se pueden utilizar otras expresiones como convocar una licitación, llamar a licitación y sacar a concurso público.

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Fuente: https://www.fundeu.es/

La palabra “literalmente” se está usando, literalmente, para todo

Origen: Verne / El Pais

Hay gente que solo acepta el significado literal de «literalmente» y que no soporta que uno diga cosas como: «Estoy literalmente muerto de cansancio» o «con este atasco vamos a llegar literalmente la semana que viene».

En estos ejemplos, «literalmente» no quiere decir, como apunta el diccionario, «conforme a la letra del texto, o al sentido exacto y propio, y no lato ni figurado, de las palabras empleadas en él”. De hecho, es casi lo contrario: se utiliza para añadir énfasis a una frase cuyo sentido es figurado.

literalmente

El debate sobre esta palabra, que no es nuevo, ha vuelto después de un compartidísimo tuit en contra de este uso (y de su abuso por parte de los medios), que ha provocado centenares de respuestas.

Sin embargo, la RAE lleva ya un tiempo contestando en Twitter a dudas al respecto y la institución considera que no está mal usar el término “con valor ponderativo, para enfatizar o realzar que un hecho o cualidad es como se expresa”. Lo dice en respuesta a dudas sobre expresiones como “me moría literalmente de la risa” o “el atleta literalmente volaba sobre la pista”.

Es decir, el uso de “literalmente” (y «literal») para enfatizar es literalmente correcto.

Pero, a su vez, que este uso sea correcto no significa que sea siempre recomendable. Judith González Ferrán, lingüista de Fundéu, explica que el sentido enfático de “literalmente” a menudo no es adecuado y puede llevar a confusión. Sobre todo cuando no se trata de “un uso creativo consciente, sino de una coletilla que se añade sin pensar y por pereza”. Si leemos, por ejemplo, que «un estadio explota literalmente» durante un concierto podemos dudar en un primer momento de si se trata de un accidente o de un exitazo.

La extensión reciente de esta expresión puede proceder “de la lengua oral, cuando nos paramos menos a pensar en lo que decimos”, apunta la lingüista. Decir “literalmente” para enfatizar cosas literales (“fui a esquiar por primera vez, me caí y me rompí literalmente las piernas”) puede haber contribuido a que lo usemos para dar énfasis en frases no literales (“fui a esquiar por primera vez, me caí y literalmente me maté”). En muchos casos, recuerda, puede haber alternativas mejores.

La influencia del inglés

La opinión de González Ferrán es similar a la que da el científico cognitivo y lingüista Steven Pinker en El sentido del estilo: aunque el uso figurado de “literalmente” sea una hipérbole común y se suela entender en su contexto, puede molestar a los lectores, al dar la impresión de que no nos hemos parado a pensar en lo que queríamos escribir.

Pinker escribía sobre esta palabra porque en inglés también se ha extendido este uso de literally, hasta el punto de que el diccionario Merriam-Webster cambió el significado de la palabra para añadir el sentido figurado en 2013. De hecho, González Ferrán, de Fundéu, no descarta que la cultura anglosajona, una vez más, haya influido en contribuir a la moda de «literalmente» en español.

Los editores del diccionario inglés explicaban que solo recogían un uso que tiene antecedentes por escrito desde 1769. Y citaban algunos ejemplos, como “ardía literalmente con ingenio”, escrito en 1847 por William Makepeace Thackeray (autor de La feria de las vanidades). Es decir, «el empleo figurado de literalmente puede ser molesto, pero no es nada nuevo”.

En español y recurriendo al corpus del Diccionario Histórico de la RAE también resulta fácil encontrar usos figurados de “literalmente” (aunque evidentemente creativos). Por ejemplo, Juan Goytisolo escribía en Señas de identidad (1966): “Se sentía mecido y arrullado, penetrado y poseído, literalmente envuelto en la voz persuasiva del Doctor”. Y Emilia Pardo Bazán, en Los pazos de Ulloa (1886): “Don Eugenio, el abad de Naya, se abría literalmente de risa”.

¿»constitución» con C o con c? Mayúsculas y minúsculas.

La traducción de idiomas, para ser una herramienta de comunicación eficaz entre culturas, debe ser efectuada por un traductor profesional con formación académica apropiada, experiencia y certificación profesional. Confiar la traducción de sus documentos a un traductor profesional especializado es una garantía de confianza, que le aportará claridad y certeza para desarrollar sus operaciones.

En expresiones como la Constitución argentina la Constitución española, lo adecuado es escribir la palabra constitución con inicial mayúscula y los especificadores (argentina, española…) con minúscula.

En los medios de comunicación es habitual encontrar diversas formas de escribir esas expresiones: «El diputado pidió reformar la Constitución Argentina», «Gran parte de las Constituciones chilenas tienen como principio básico la definición de un Estado unitario» o «El proyecto es dotar al país de una nueva Constitución».

La Ortografía de la lengua española señala que las constituciones suelen citarse de forma abreviada, utilizando el sustantivo genérico constitución escrito con mayúscula inicial: la Constitución.

Esa mayúscula, añade, no debe afectar a los especificadores que la acompañen: los padres de la Constituciónla Constitución argentinala Constitución española

Tampoco es apropiado extender la mayúscula a los usos plurales o genéricos, como señala también el Diccionario académicolas primeras constituciones bolivianaslas constituciones democráticasuna nueva constitución

Por esto, en los casos anteriores lo adecuado habría sido escribir «El diputado pidió reformar la constitución argentina», «Gran parte de las constituciones chilenas tienen como principio básico la definición de un Estado unitario» y «El proyecto es dotar al país de una nueva constitución».

En el caso de las alternativas carta magnaley fundamental y código fundamental, lo adecuado es, como señala la Academia, escribirlas siempre en minúsculas, pues se entiende que se trata de expresiones meramente referenciales y genéricas: «La ley fundamental boliviana», «La carta magna aprobada tras la muerte del dictador», «El código fundamental peruano»…

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Fuente: Fundeu

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¿Presentar una licitación o licitar?

El verbo licitar es válido tanto con el significado de ‘participar en una subasta o concurso público’ como con el de convocarlos.

En los medios es habitual encontrar frases como «La Xunta propone licitar el puente de Paradai», «El Gobierno de Río Negro licitará diez áreas petroleras» o «El Ayuntamiento de Santa Eulària no sabe aún si licitará la nueva concesión del servicio de agua ni en qué condiciones se hará».

El ‘sistema por el que se adjudica la realización de una obra o un servicio, generalmente de carácter público, a la persona o empresa que ofrece las mejores condiciones’ se llama en español licitación; de quien se presenta a este tipo de concursos se dice que licita, y de la autoridad que hace la convocatoria, que saca a concurso (público), que saca a licitación o, también, que licita la obra o el servicio de que se trate.

Este último empleo de licitar se halla tan asentado que ya se incluye en la vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española, por lo que su uso en los ejemplos anteriores es completamente apropiado.

Esto no quita para que pueda seguir optándose por las otras alternativas como recurso estilístico, de modo que en el primero de los ejemplos iniciales se podría mantener licitar y en los dos últimos optar por «El Gobierno de Río Negro sacará a concurso diez áreas petroleras» y «El Ayuntamiento de Santa Eulària no sabe aún si sacará a licitación la nueva concesión del servicio de agua ni en qué condiciones se hará».

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Fuente: Fundeu.es

Origen: https://www.fundeu.es/recomendacion/licitar-uso-apropiado-1314/

El capricho de la Ciencia Ficción y su word order

«Una de las grandes sorpresas que se lleva el principiante en sus primeras clases de inglés es comprobar cómo los anglohablantes ordenan las palabras de forma inversa a como lo hacemos en español. Llaman, por ejemplo, tap water al agua del grifo, y water tap al grifo del agua; exactamente al revés de como hacemos nosotros. El orden inglés invertido entró en español inicialmente, hará cosa de un siglo, en el nombre de entidades ligadas a deportes venidos de Inglaterra; tal es el caso del Fútbol Club Barcelona (cuando en español lo lógico hubiera sido «Club de Fútbol» en lugar de *Fútbol Club*), el Real Madrid Club de Fútbol (cuando en español lo lógico hubiera sido «Real Club de Fútbol de Madrid») y el Real Automóvil Club de España (cuando en español lo lógico hubiera sido «Real Club Automovilístico de España»). En la actualidad, no obstante, lo vemos ya en todos los ámbitos: Halcón Viajes, NH Hoteles, Tusquets Editores, Costa Cruceros, Aspirina comprimidos, etcétera.

La moda del orden sintáctico angloide ha llegado al punto de que en algunos casos es ya imposible intentar siquiera volver al orden lógico en español. En el campo de la terminología bioquímica, por ejemplo, ¿se atrevería alguien a seguir en español el orden sintáctico natural para los nombres de enzimas? Esto es, ¿osaría alguien llamar en nuestro idioma «deshidrogenasa del 6-fosfato de glucosa» a lo que todos los científicos de habla hispana llaman «glucosa-6-fosfato-deshidrogenasa», calcando el orden sintáctico del inglés glucose-6-phosphate dehydrogenase?

Algo parecido nos ha pasado con el calco ciencia ficción: está ya consagrado por el uso, desde luego, y aceptado por la Real Academia Española desde 1984. Pero eso no quita para que esté mal formado. El primero que tradujo así science fiction a nuestra lengua pasó por alto —por increíble que pueda parecer— el diferente orden que en inglés adoptan adjetivos y sustantivos, así como el hecho de que en las expresiones compuestas sea siempre el adjetivo quien califica al sustantivo, y no al revés. Por ello, nadie diría «una familia enferma» si lo que quiere expresar es «una enfermedad familiar». Todo científico estará seguramente de acuerdo en que la *ciencia ficción* no es ninguna rama de la ciencia, sino de la literatura de ficción. La traducción correcta no debería haber sido, pues, *ciencia ficción*, sino ficción científica o fantasía científica (fantascienza, de hecho, la llaman en italiano). Quizás incluso mejor aún narrativa futurista o novela futurista, puesto que el inglés fiction no se aplica a cualquier obra literaria de ficción (la poesía de ficción, por ejemplo, no se considera fiction), sino exclusivamente a la novela, la novela corta y el cuento; esto es, lo que en español habíamos venido llamando en nuestra tradición ‘narrativa’ o ‘novelística’. Difícil veo el empeño, en cualquier caso.»

Fernando A. Navarro

Fuente: Laboratorio del lenguaje

Escritor fantasma y ética

No es fácil que un escritor fantasma dé la cara. Al fin y al cabo su trabajo no se les reconoce oficialmente y viven de la discreción.

da9a8cddd3279727df22914d9bc8b003_xlEl término de «escritor fantasma» proviene del inglés gosthwriter y se utiliza para designar a aquellos escritores que trabajan en la sombra, por encargo para otras personas y que no firman sus textos ni se les reconoce como sus legítimos autores. Será el cliente, en cualquier caso, el que gestionará los derechos de autor y el que decida a nombre de quién irá el trabajo. El término de «negro», que a pesar de ser menos políticamente correcto es el usado en español para referirse a este fenómeno, proviene del francés. Según señalan los críticos Michel Lafon y Benoît Peeters en Escribir en colaboración fue usado en 1845 por Eugène de Mirecourt para desprestigiar a Alejandro Dumas padre.

Un ghostwriter o escritor fantasma es alguien que escribe un libro que saldrá publicado con el nombre de otra persona. No usa seudónimos, no aparece en el copyright, no firma ejemplares. El género más frecuente en el que se desenvuelven es el autobiográfico, en especial cuando se trata de personas públicas del mundo del deporte, la política, la música, la farándula.

Pero los ghostwriters también escriben discursos políticos, tesis universitarias, libros de historia, moda, medicina, gastronomía, jardinería, incluso ficción. Aunque carezca del oficio, cualquier persona de cualquier área puede publicar: sólo necesita contar con los recursos materiales como para contratar a quien esté dispuesto a hacerlo por él.

Si bien la prestación de estos servicios de escritura puede adoptar distintas formas legales, desde una perspectiva ética lo más simple y adecuado parece ser incluir en los derechos los nombres de las dos (o más) personas que colaboran en la obra: quien escribe y quien inspira.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/numero-cero/sacale-la-firma-historias-de-escritores-fantasmas-y-autores-ocultos

Fuente: http://lapiedradesisifo.com/2013/08/13/escritores-fantasmas-y-negros-literarios/

 

 

¿Newsletter o Boletín?

El término boletín es preferible al anglicismo newsletter para aludir en español a la ‘publicación destinada a tratar asuntos científicos, artísticos, históricos o literarios, generalmente publicada por alguna corporación’, de acuerdo con la definición dada por el Diccionario académico.

En los medios de comunicación es frecuente encontrar frases como «Suscríbete a nuestra newsletter», «La newsletter es un excelente medio para fidelizar a tus clientes» o «Rellena el formulario y recibe cada mes la newsletter».

En el diccionario Clave se remite al término boletín como traducción de newsletter. También existen, en función del contexto, otras alternativas más específicas como boletín informativo, boletín electrónico boletín digital.

Más información en la fuente: Fundéu BBVA – Fundación del español urgente

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El lado oneroso de los errores de traducción

 

 

El humor suele estar presente cuando hablamos de errores de traducción, desde absurdos carteles que confunden en vez de informar, hasta bizarros menús de restaurantes que nos hacen pensar dos veces antes de probar una comida. Después del humor, lo que sigue en relación al tema es la vergüenza, el desprestigio que sufre la empresa que se presenta ante el mundo con un texto incoherente y pobre. Pero hay otro costado menos gracioso y mucho más serio de los errores de traducción, y es cuando ponen en jaque la responsabilidad, la solidez y el patrimonio de una empresa.

Los errores de traducción no solo causan problemas por las inexactitudes fácticas que un texto pueda contener, o las elecciones de estilo poco felices que denotan de inmediato que un texto es una mala traducción. La sola presencia de errores puede dar lugar a reclamos, litigios y una variedad de zonas grises que pueden resultar en importantes costos económicos y legales para una empresa, como por ejemplo honorarios de abogados, honorarios de traductores adicionales, rectificaciones públicas, descargos, reediciones de documentación corporativa, problemas financieros, etc.

Uno de los casos económicamente más costosos fue el que sufrió el banco estadounidense Continental Illinois. Este banco era en 1981, con 70 años de historia, la mayor entidad financiera de los EE.UU., proporcionando líneas de crédito para los pujantes sectores industriales y comerciales. Se decía que era uno de los pocos “too big to fall” [“demasiado grande para caer”]. A pesar de su grandeza, comenzó a atravesar dificultades en 1982 a partir de ciertos movimientos demasiado arriesgados y se inauguró un período de sucesivas asociaciones y salvatajes para mantener a flote el Continental Illinois y la gran cantidad de negocios que dependían de él.  En ese contexto, el banco naturalmente se volvió sensible a todo tipo de conjeturas e ideas que pudieran llegar a influir en el imaginario de los mercados. En 1994 el Commodity News Service emitió un informe en el que barajaba la posibilidad de que un banco japonés pudiera absorber al Continental Illinois, a partir de rumores que habían circulado al respecto. El traductor japonés tradujo «rumours» [“rumores”] como «disclosure» [“divulgación”], y esta información se dispersó exponencialmente, provocando una fuga masiva de los depósitos.

Originalmente el informe hablaba de una “posibilidad” de absorción, pero la traducción modificó totalmente el asunto, convirtiéndolo en una “certeza”. Por lo tanto el mercado interpretó que el Continental Illinois estaba a punto de quebrar, y los depositantes se apuraron a retirar sus valores antes de que fuera demasiado tarde, desfinanciando a la institución y dejándola realmente al borde de la quiebra. Aunque el Office of the Comptroller of the Currency emitió un informe desmintiendo el rumor, ya era demasiado tarde. La FED tuvo que inyectarle más de 8 mil millones de dólares para intentar restaurar la confianza de los inversores en el Continental Illinois, y aún así nunca pudo sobreponerse a este golpe. De esta forma el error de traducción se convirtió en una suerte de profesía autocumplida. El banco terminó siendo adquirido por Bank of America ese mismo año, y los gastos del Gobierno de los EE.UU. en un intento por salvar al banco fueron tan exorbitantes como inútiles.

Este caso está explicado en detalle en el libro Understanding International Bank Risk de Andrew Fight, y en Caveat Translator: Understanding the Legal Consequences of Errors in Professional Translation, ambos en inglés.

 

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Traducir latinismos en traducción jurídica

Al leer o traducir contratos, fallos, legislación y diferentes tipos de textos jurídicos, es habitual encontrar palabras y frases en latín. El léxico jurídico tiene elementos particulares, que además de los latinismos incluyen fórmulas fijas y locuciones propias del Derecho, y también un estilo propio, una manera característica de expresarse, redactar y actuar.

Using latin phrases to look smart

“Algunos estudiosos consideran al lenguaje del Derecho, o lenguaje jurídico, un tipo especial de lenguaje técnico.  Hay general coincidencia en considerar al lenguaje jurídico como una forma especial de lenguaje —un lenguaje técnico—, que tiene su fundamento y principal soporte en el lenguaje común, del que se ha ido separando, por una parte, a medida que el Derecho ha ido acuñando sus propios términos, y, por otra, al mantener formas y estructuras arcaicas que el lenguaje común ha renovado.”, dice Gema Bizcarrondo.

Pero otros autores, como por ejemplo Sainz Moreno, que realizó uno de los estudios más completos sobre el lenguaje jurídico, prefiere hablar de uso jurídico del lenguaje y no de lenguaje jurídico, porque “en el fondo no existe un lenguaje jurídico, sino un uso jurídico del lenguaje ordinario”.

El lenguaje del derecho se ha alejado del lenguaje común; existen unas zonas muy técnicas, que se escapan a la comprensión del hablante no especializado e, incluso, hay un peculiar modo de decir, un estilo propio, que caracteriza el discurso jurídico. Esto se da tanto en español como en inglés; los especialistas, lingüistas y profesionales del derecho en cada idioma, tienen la capacidad de comprender, poner al servicio y transmitir los conceptos jurídicos expresados con terminología especializada a sus audiencias, clientes, lectores, y receptores en general.

Algunos de esos términos en latín, o latinismos, tienen traducción y podría utilizarse la forma en español o en inglés según corresponda, pero su poder evocador los mantiene vivos: ex oficio, ex novo, do ut des, erga omnes, etc.; en otros, su significado jurídico va más allá de la traducción literal y aluden a preceptos o usos consagrados por el Derecho, en ocasiones, con valor universal en el ámbito jurídico: non bis in idem, habeas corpus, iura novit curia, rebus sic stantibus.

Por estas razones y aún cuando el sentido de los latinismos es explicable en cualquier idioma que nos ocupe, al realizar traducciones jurídicas los latinismos no se traducen, se mantienen tal cual iure proprio.

Fuente: El lenguaje jurídico. Razón pragmática y razón filológica.

Las reglas tipográficas no son las mismas en todos los idiomas

tipografc3ada_plandMuchos impresores y maquetistas lo ignoran. Tienen tendencia a aplicar las que se utilizan en su idioma. Sin embargo, en francés hay que dejar un espacio delante de dos puntos o de punto y coma, en alemán todos los sustantivos llevan mayúscula inicial. La «ñ» no se utiliza en otros idiomas y puede pasar desapercibida para alguien que no la ha visto nunca.

«Campana de seguridad vial»: ¿pero qué es esto? ¿Un
dispositivo que suena cuando un coche supera los límites
de velocidad?

⇒ Las erratas son molestas para el lector y
provocan rechazo. Respete las reglas
tipográficas del idioma al que traduce.