Cada 23 de abril se celebra el «Día de la lengua española» en las Naciones Unidas para concienciar al personal de la Organización, y al mundo en general, acerca de la historia, la cultura y el uso del español como idioma oficial.
En 2010, la Organización decidió celebrar su diversidad cultural y multilingüismo a través del establecimiento de los «Días de las lenguas» para sus seis idiomas oficiales. Las fechas se eligieron por su simbolismo o importancia histórica para cada uno de los idiomas.
20 de abril – Día de la lengua china, dedicado a Tsan Chieh, creador de la escritura china.
23 de abril – Día de la lengua inglesa, que coincide con el aniversario de la muerte de William Shakespeare, el más célebre dramaturgo y poeta de la literatura inglesa.
23 de abril – Día del idioma español, fecha en que se conmemora la muerte del gran genio de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra.
6 de junio – Día de la lengua rusa, en el aniversario del nacimiento de Alexander Pushkin, fundador de la literatura rusa moderna.
18 de diciembre – Día de la lengua árabe, que conmemora la aprobación en 1973 del árabe como idioma oficial y de trabajo de la Asamblea General y sus Comisiones Principales.
El índice de traducciones de la UNESCO, que va acumulando el número de traducciones desde y hacia numerosas lenguas desde 1979, revela que las obras más traducidas son las que han aparecido, en este orden, en inglés, francés, alemán, ruso, italiano y español, con una gran ventaja de la lengua inglesa sobre todas las demás, así como una amplia diferencia entre el francés o el alemán y el resto. Sin embargo, las más importantes lenguas de llegada de las traducciones son, por este orden, el alemán, el francés, el español, el inglés y el japonés, especialmente las tres primeras.
En los siguientes gráficos se puede visualizar la cantidad de traducciones según lengua de origen y lengua de llegada. El idioma español es un gran generador de contenidos, tanto como de receptor de contenidos producidos en otros idiomas y que se hacen disponibles a través de las traducciones.
Las expresiones volver a recaer, volver a repetirse y volver a reanudarse son redundantes si se refieren a la primera recaída, repetición o reanudación, respectivamente.
En los medios de comunicación no es raro encontrarse oraciones en las que este giro se emplea de modo impropio, como «Su madre le donó un riñón y el joven, ahora en la cárcel, corre el riesgo de volver a recaer en la insuficiencia renal», «Solo han llegado a clasificarse una vez para el Mundial y ahora quieren volver a repetir la hazaña» o «El tráfico del metro se ha vuelto a reanudar después de varias horas paralizado por el atentado».
De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, volver a + infinitivo es una perífrasis que indica la repetición de la acción expresada por el segundo verbo. Por ello, se recomienda evitar el empleo redundante en el que en ocasiones se incurre con verbos que ya expresan repetición, como recaer, recomenzar, rehacer, repetir, reanudar, etc.
De este modo, en el primer ejemplo, para referirse a la primera recaída lo apropiado es decir volver a caer o recaer y no volver a recaer. En cambio, si la persona se cura y tiempo después enferma por tercera vez, entonces sí podría hablarse de volver a recaer. Algo parecido se puede decir de los otros verbos mencionados.
Por consiguiente, en los ejemplos anteriores lo adecuado habría sido «Su madre le donó un riñón y el joven, ahora en la cárcel, corre el riesgo de recaer en la insuficiencia renal», «Solo han llegado a clasificarse una vez para el Mundial y ahora quieren repetir la hazaña» y «El tráfico del metro se ha reanudado después de varias horas paralizado por el atentado», pues en los tres casos se refiere a la primera recaída, repetición o reanudación.
Sí puede resultar apropiado, por ejemplo, «Ha vuelto a repetir lo que viene diciendo desde que ganó las elecciones», pues no solo hay una repetición previa, sino que se puede querer enfatizar que algo se ha dicho muchas veces de modo insistente.
La edad, el nivel de competencia lingüística y el uso de ambas lenguas o de una u otra en función del contexto, son factores que nos ayudan a distinguir entre varios tipos de bilingüismo.
Un día te despiertas de la siesta y no puedes creerlo: has soñado en un un idioma distinto al primero que empezaste a hablar. Estás en el extranjero, cuentas un chiste en inglés, todos se ríen. Tú también. Congelas la imagen. Risas y una pregunta: ¿ya domino esta lengua?
Hay todo un proceso detrás, pero son varias las señales que llevan a suponer que se maneja un idioma con fluidez. El humor, las emociones y los sueños son algunos de los indicadores que nos llevan a pensar que alguien es bilingüe.
«Que habla dos lenguas»
Pero, ¿qué es exactamente un bilingüe? Los límites entre monolingüe y bilingüe son difusos y han dado lugar a diversas definiciones académicas. Por un lado, la definición que dio el lingüista Leonard Bloomfield era tan restrictiva que sólo consideraba bilingüe a quien domina una segunda lengua como un nativo. En el otro extremo está la definición del también lingüista Jim Cummins, que considera bilingüe a cualquiera que pueda comunicarse en una segunda lengua incluso en conversaciones básicas.
We have recently read in K International this interesting and funny article about the history and usage of today’s common internet symbols # (hashtag / etiqueta), @ (at / arroba) and Like Button (botón «me gusta»). Don’t waste this opportunity to go into the matter and know more. Here’s the transcription of the article:
The online world has a vocabulary all its own. And it’s not all words, either. But while we think of “hashtags” and “likes” as modern English inventions, they go back much further. In fact, these Internet symbols are much older than the Internet, and they weren’t originally English.
Want to learn more? Let’s take a look at the multilingual history behind 3 of the Internet’s most common symbols.
Internet Symbols Around the World: The Hashtag (#)
Hashtags have taken over the Internet. That’s not a bad thing. Twitter would be all but useless without them. (Unfortunately, they’re also invading our speech. Surely I’m not the only one who dies a little inside everytime someone says “Hashtag” followed by something intended to be clever or snarky?)
But the# symbol hasn’t always been called a “hashtag,” and it’s much older than the Internet. The hashtag started out as an abbreviated of the Latin word for “pound,” libra pondo. Prior to Twitter, Americans still called it a “pound sign.” Sometime between the 17th and 19th centuries, people got tired of writing “lb” for “pound” and starting writing # instead. So, it’s basically an abbreviation of an abbreviation.
In 1968, the hash sign was added to the push-button dialpad created by Bell Labs for the telephone. But for some reason, the people working at Bell Labs decided that terms like “pound sign”, “number sign” and “hash sign” were inadequate, so they rechristened it the “octothorpe.” According to the New Statesman, this may have been part of a juvenile plot to ““piss off” international users by inventing a name that is difficult to say in some languages.”
Fortunately, octothorpe didn’t quite catch on.
In the early days of the Internet, the symbol was used to designate specific chatrooms. And so, back in the social media Stone Ages of 2007, a Google employee named Chris Messina suggested using the symbol to designate specific groups or topics on conversation on Twitter. The powers that be at Twitter didn’t like the idea, but everyone else did, so here we are today.
And what is a hashtag called in other languages?
Most languages have chosen to borrow the English word hashtag, perhaps customizing it to suit local accents. For example, in Japanese it’s hasshu tagu. But at least officially, in French it’s mot-dièse, which means “sharp word,” referring to the similar-but-different sharp symbol used in music.
Internet Symbols Around the World: The “At” Sign @
And what about the @? When most of us see @ today, we think of email or perhaps Twitter. But the @ symbol has been in use for centuries. In fact, it’s been around for so long that linguists aren’t quite sure where it comes from.
It might have been business shorthand used to represent the words “each at” when pricing items for sale. Or, it could have been an abbreviation of the Latin word ad, which means “at.” Or possibly the Greek ανά, for “at the rate of.” Or maybe it came from the Norman French à, because people got tired of picking their hands up to make the accent mark. Hey, if you were a medieval scribe, you’d be looking for shortcuts, too!
Whatever its origins, it goes back at least as far as 16th century. The first known example that we have is from a letter from a Florentine merchant, where @ is used to discuss the price of wine.
That said, the @ symbol was fairly obscure until email took off the 1990s. The use of the @ sign as part of an email address was the brainchild of BBN Technologies’ Ray Tomlinson. And now, of course, it’s taken on a new life as a way to tag or reply to another user on social media networks like Twitter and Instagram.
The @ Sign Around the World
In English, @ is pronounced “at” or “at sign.” Interestingly, other languages have come up with much more poetic names for it. Here are some of my favorites:
Armenian: շնիկ (shnik), which translates to “puppy”. Belarusian: сьлімак (ślimak) which translates to “helix” or “snail Bosnian: Ludo a, which means “crazy A”. Danish: Snabel-a, or “elephant’s trunk A”. Greek: παπάκι (papaki), meaning “duckling”, Hebrew: שטרודל (shtrudel), or “strudel” Kazakh: айқұлақ, which means “moon’s ear.”
Internet Symbols Around the World: The Like Button
It’s hard to imagine the Internet without Facebook’s Like symbol, but where did it come from? Many people believe that the thumbs-up sign is another legacy from ancient Rome. The story goes that crowds at ancient gladitorial events could decide whether to spare losing combatants, or have the victorious gladiator finish them off. The crowd issued its verdict via two familiar hand gestures: thumbs up for life, thumbs down for death.
“Thumbs Up” Probably Doesn’t Mean What You Think It Means
It’s a pretty story, but it might not be true. And it’s actually based on a translation error. Juvenal used the Latin phrase pollice verso to describe the gesture in question. That was translated as “thumbs up,” but it actually just means “turned thumb.” And in his book Gestures,anthropologist Desmond Morris suggests that “what spectators in fact did was extend their thumbs for a kill and hide their thumbs for an acquittal. This made sense in an arena as vast as the Colosseum, where the kill and no-kill signals would have to be strongly contrasting to be visible at all.”
Regardless, the thumbs-up sign is now one of the most well-known online symbols, thanks to Facebook’s “Like” button. However, that white and blue thumb is not nearly as visible as it used to be. While you still see it on Facebook, the “Like” button embedded in other websites was redesigned in 2013. And the thumb didn’t make the cut.
Facebook claims the redesign was for aeshetic reasons, and that’s probably partially true. But the OneSky blog pointed out another reason that the thumb might have been replaced:
Apart from Facebook’s stated motives for the redesign, there are also some compelling reasons for a redesign from a localization perspective. As a general rule, a single gesture may have very different connotations in different cultures. And while the thumbs-up signal is common in the United States and many other countries, it may be seen as inappropriate in some places.
«Una de las grandes sorpresas que se lleva el principiante en sus primeras clases de inglés es comprobar cómo los anglohablantes ordenan las palabras de forma inversa a como lo hacemos en español. Llaman, por ejemplo, tap water al agua del grifo, y water tap al grifo del agua; exactamente al revés de como hacemos nosotros. El orden inglés invertido entró en español inicialmente, hará cosa de un siglo, en el nombre de entidades ligadas a deportes venidos de Inglaterra; tal es el caso del Fútbol Club Barcelona (cuando en español lo lógico hubiera sido «Club de Fútbol» en lugar de *Fútbol Club*), el Real Madrid Club de Fútbol (cuando en español lo lógico hubiera sido «Real Club de Fútbol de Madrid») y el Real Automóvil Club de España (cuando en español lo lógico hubiera sido «Real Club Automovilístico de España»). En la actualidad, no obstante, lo vemos ya en todos los ámbitos: Halcón Viajes, NH Hoteles, Tusquets Editores, Costa Cruceros, Aspirina comprimidos, etcétera.
La moda del orden sintáctico angloide ha llegado al punto de que en algunos casos es ya imposible intentar siquiera volver al orden lógico en español. En el campo de la terminología bioquímica, por ejemplo, ¿se atrevería alguien a seguir en español el orden sintáctico natural para los nombres de enzimas? Esto es, ¿osaría alguien llamar en nuestro idioma «deshidrogenasa del 6-fosfato de glucosa» a lo que todos los científicos de habla hispana llaman «glucosa-6-fosfato-deshidrogenasa», calcando el orden sintáctico del inglés glucose-6-phosphate dehydrogenase?
Algo parecido nos ha pasado con el calco ciencia ficción: está ya consagrado por el uso, desde luego, y aceptado por la Real Academia Española desde 1984. Pero eso no quita para que esté mal formado. El primero que tradujo así science fiction a nuestra lengua pasó por alto —por increíble que pueda parecer— el diferente orden que en inglés adoptan adjetivos y sustantivos, así como el hecho de que en las expresiones compuestas sea siempre el adjetivo quien califica al sustantivo, y no al revés. Por ello, nadie diría «una familia enferma» si lo que quiere expresar es «una enfermedad familiar». Todo científico estará seguramente de acuerdo en que la *ciencia ficción* no es ninguna rama de la ciencia, sino de la literatura de ficción. La traducción correcta no debería haber sido, pues, *ciencia ficción*, sino ficción científica o fantasía científica (fantascienza, de hecho, la llaman en italiano). Quizás incluso mejor aún narrativa futurista o novela futurista, puesto que el inglés fiction no se aplica a cualquier obra literaria de ficción (la poesía de ficción, por ejemplo, no se considera fiction), sino exclusivamente a la novela, la novela corta y el cuento; esto es, lo que en español habíamos venido llamando en nuestra tradición ‘narrativa’ o ‘novelística’. Difícil veo el empeño, en cualquier caso.»
La traducción publicitaria en el mundo de la moda es un interesantísimo tema de estudio. Aqui compartimos un pequeño trabajo de aproximación a las actitudes traductológicas observadas en una pequeña muestra de ellos, los anuncios que aparecen en las publicaciones de Vogue España y Francia durante un año, pero el estudio de este campo podría ir mucho más allá. Surgen interesantes preguntas que plantean desafíos comunicacionales para potenciar las ventas.
Publicidad, moda y traducción, tres campos no siempre relacionados pero con mucho que decir. Este trabajo hace un breve análisis de la publicidad como sistema de comunicación y de persuasión contextualizado en un mundo global, de la publicidad de moda en la revista Vogue como el perfecto ejemplo de publicidad internacional y globalizada, y de las posibilidades de traducción que se utilizan en este medio a la hora de trasladar un anuncio de moda de un país a otro centrándose en lo publicado durante el año 2013 en la revista Vogue en sus ediciones francesa y española, junto a las diferencias que se observan en el tratamiento lingüístico que se hace de la publicidad en ambos países.
Compartimos aquí una maravillosa reflexión sobre el arte y la técnica de la traducción literaria, específicamente la traducción de poesía. Amantes de las lenguas, la poesía y la creatividad, disfruten la lectura.
Abrir esta nota con una pregunta así, seguida por un poema (¡en traducción!) que intenta definir lo que es poesía, puede pasar por una provocación.
Tal vez lo sea.
O tal vez todo poema que merezca ser llamado así es una provocación.
George Steiner define la dificultad de la poesía como el contraste entre un acto de comunicación que toca al oyente en lo más íntimo y a la vez se mantiene opaco y resistente a la inmediatez. Pero si la poesía es difícil, la poesía en traducción es imposible.
Por involucrar una reinterpretación creativa del original, la traducción literaria es, en principio, una disciplina artística. Pero ese trabajo de interpretación, que es una forma de la imaginación, combina dos impulsos casi contrarios: el intento por mantener significados y la resignación…
La expresión anglófona lost in translation indica los matices del significado necesariamente perdidos en el paso de una lengua a otra.
Una traductora, escritora e ilustradora llamada Ella Frances Sanders tuvo la simple idea de catalogar algunas –las más enigmáticas, las más misteriosas y las más impredecibles– de aquellas expresiones, sin importar de qué lengua proceden y con la única condición de que sean lo suficientemente extrañas. El libro se llama así, Lost in Translation, originalmente fue publicado en 2014 pero recién acaba aparecer en la Argentina bajo el sello El Zorro Rojo. El libro afronta a su modo, que siempre es un poco improbable, cincuenta palabras intraducibles. La explicación de cada término se corresponde con la ilustración, y entre las dos se consigue comunicar lo intraducible. Esta simple tarea abre un importante interrogante acerca de los límites del lenguaje y el poder de las imágenes a la hora de superarlos. Ciertas palabras –no importa si son adjetivos, sustantivos o verbos–, al no tener un término correspondiente unívoco en otra lengua, hacen que la traducción se convierta en algo equivalente a trepar una montaña embarrada. Y la razón es, en la mayoría de los casos, que lo que la palabra designa no tiene equivalente.
Por ejemplo, ¿cómo explicar el significado del sustantivo sueco tretar y evitar la fosilización de la conversación sin llevar al interlocutor a la exasperación? Y sin embargo Sanders lo explica con simpatía, brevedad y resignación: es la tercera taza de café.
A un concepto puede incluso adjudicarse un juicio de valor distinto; al parecer, para los holandeses, comportarse como un avestruz, que entierra la cabeza en la arena (mito urbano de improbable comprobación, pero bueno, entendemos de qué estamos hablando) es una actitud reprobable (a mí, en cambio, me parece una reacción admirable y digna de imitar) y por lo tanto merece un nombre que la defina: struisvogelpolitiek, “política del avestruz”.
Muchas veces durante el proceso de traducción se pierde el sentido. Los japoneses, a diferencia de los occidentales, tienen en tan alta estima el hecho de tener la mente en blanco que le dieron un nombre a eso: boketto. Decir “tocino de la pena” no tiene el menor sentido, hasta que se nos explica que la palabra alemana kummerspeck alude a esas emociones que nos tragamos en grandes cantidades, como explica Sanders: “Desafortunadamente, estamos diseñados para encontrar consuelo en lo comestible y funciona, al menos hasta que un mes después pasamos por delante de una superficie reflectante”. La superficie reflectante es el espejo.
Las palabras son un conjunto de símbolos, símbolos convencionales cuyo significado real los atraviesa. Traducir no es una operación automática y banal, cada término trae consigo un patrimonio cultural repleto de las experiencias y de la historia de un pueblo. Se traducen sonidos, pero sobre todo se traducen conceptos. Casi todos, cuando esperamos a alguien que no llega, abandonamos la comodidad y el calor de nuestros sillones y salimos a la calle. Como hace frío –siempre hace frío cuando se espera–, volvemos a entrar, para que el ciclo vuelva a repetirse y volvamos a salir a la calle. ¿El tiempo pasará más rápido cuando nos movemos?, se pregunta Sanders. Probablemente así sea, pero lo que es indudable es que no hay espera que parezca más trágica que la de alguien saliendo de su iglú para echar una ojeada a la planicie blanca y fría, como hacen los esquimales cuando están ansiosos. En inuit se dice iktsuarpok. Recuérdenla, van a tener que usarla muy pronto.
Googlear es un verbo cuyo significado resulta bastante transparente: utilizar el motor de búsqueda Google para acceder a la información que se desea obtener a través de internet. Como se puede observar, está compuesto por el nombre propio del popular buscador Google, al que se adiciona el sufijo -ear, sufijo que en el español actual genera verbos derivados de sustantivos. De hecho, este mismo proceso acontece con el nombre de la red social Twitter, que ha dado lugar al verbo twittear.
Se documentan numerosos ejemplos de uso del verbo googlear tanto en España como en los diferentes países de América, y quizás se aprecia un empleo más frecuente en estos últimos frente a lo constatado en el español peninsular:
¿Queremos ir al cine? Tengo que googlear e ir contándoles las opciones por teléfono. [El Malpensante (Colombia), 1/03/2014]
En el corazón de Hallandale Beach, una ciudad ubicada a 30 kilómetros al norte de Miami Beach, muy cerquita del Mall Diplomat para el que quiere googlearlo, un atronador griterío en clave de gol retumbó en medio del vecindario. [Las Últimas Noticias (Chile), 12/06/2016]
Este neologismo está comenzando a ser utilizado en lugar del verbo buscar, probablemente por la importancia del sitio web, al que se accede casi por inercia para explorar todo tipo de asuntos. Y, además, como tal verbo se encuentra conjugado en todas las formas posibles del paradigma, desde usos como participio a formas imperativas:
Tuenti y Facebook, los más googleados. [Diario de Navarra (España), 2/12/2009]
Googleen ustedes mismos la frase entrecomillada: sin desperdicio. [La Vanguardia (España), 29/01/2013]
Nótese que googlear supone no solo buscar, sino que significa ‘entrar en Google para buscar determinada información’. De este modo, el verbo googlear aglutinaría en un solo vocablo una paráfrasis léxica más compleja y reflejaría el deseo de transmitir con mayor rapidez una idea mediante dicha síntesis:
Seguí googleando y en Wikipedia. [La Nación (Argentina), 7/05/2011]
Podemos fomentar experimentos de autogestión (Open Source Ecology, googleadlo) y fabricar aquí todo tipo de cosas (Impresión 3D), o generar toda una pequeña industria automovilística (Wikispeed). [La Verdad(España), 1/02/2013]
Cabe destacar una característica de este neologismo: aparece tanto en estructuras intransitivas —sin estar acompañado del objeto de búsqueda—, como en estructuras transitivas en las que sí aparece aquello que se googlea. En el primer caso, destaca la propia acción de buscar en Google con un matiz de acción repetida. Sin embargo, cuando actúa como transitivo pierde peso semántico, de modo que cobra relevancia aquello que se googlea, y no tanto el proceso de búsqueda recurrente a través del servidor. En concreto, estas últimas estructuras transitivas son las más frecuentes en el corpus de ejemplos. Muestra de los dos usos son las siguientes frases:
¿Alcanza con googlear? [Clarín (Argentina), 7/09/2013]
Pacientemente, googleó todas las oficinas australianas de lightingdesign, identificó cuál era el foco de cada una y preparó un discurso de presentación para las que más le interesaban. [Las Últimas Noticias(Chile), 31/08/2015]
El verbo googlear se documenta por primera vez en el corpus OBNEO en 2003, y su empleo recurrente y consolidación ha dado lugar incluso a formas compositivas neológicas como googleadicto:
Me estaba convirtiendo en un googleadicto y hasta fantaseaba la posibilidad de verlo transformado en todo un verbo castellano: googlear(¿guglear?) como antaño hicimos con zapear. [El País (España), 25/05/2003]
Googlear no se registra en ninguno de los diccionarios consultados (DEA, Clave, DRAE23). No obstante, la Fundación del Español Urgente (FundéuBBVA) recoge en una de sus consultas que estamos ante una palabra muy frecuente en el ámbito de la computación, cuyo uso es muy elevado en la actualidad, e incluso se avanza una hipotética forma (guglear) si se produjese su adaptación al léxico del español.
Siguiendo esta línea, recientemente se ha documentado en inglés el verbo google en el Oxford English Dictionary, lo que supone su reconocimiento como una palabra que debe incorporarse a los diccionarios. Por el contrario, ni Le Grand Robert ni el Dizionario Hoepli della lingua italiana lo registran todavía. Así, parece que las lenguas de origen más próximo al español aún presentan reticencias al respecto.
En cualquier caso, si este neologismo acaba atravesando las barreras y pasa a formar parte de las palabras que ocupan un espacio en las páginas de nuestros diccionarios, solo se podrá comprobar con la óptica del paso del tiempo. A este respecto, no podemos olvidar que en los tiempos actuales la tecnología avanza a pasos agigantados, de modo que no resultaría extraño que otro buscador nuevo surgiese y desplazase a Google como el más utilizado, de modo que googlear terminaría convirtiéndose en un verbo que entraría en desuso. Tengamos en cuenta, además, que la base del verbo es el nombre propio del sitio web, de modo que no sería extraño que el nuevo espacio diera nombre a un nuevo verbo. Al fin y al cabo, la lengua se adapta constantemente a los tiempos e internet es, sin duda, quien marca el camino en casos como el que aquí hemos abordado.
Víctor Ferrer Claramonte
Grupo de Neología
Universitat de València (España)